Desde hace más de 60 años, la industria musical ha generado millones de dólares en ganancias gracias a un conjunto de normas y principios que regulan los derechos que la ley concede a los autores. Estas normas son conocidas como Derechos de Autor, o Copyright en inglés. Pero estas leyes, que fueron creadas hace mucho tiempo, han sido abusadas por quienes controlan las economías de la creatividad. En muchas ocasiones, estas personas dejan a los creadores sin control alguno de sus obras, pues éstos se ven forzados a firmar contratos de carácter mefistofélico si es que quieren formar parte de la industria.
¿Qué pasa cuando la expresión de un artista utiliza como cimiento de su obra un la creación previa de otro autor? Tomemos, por ejemplo, el (ab)uso de los remixes o covers en la música en general, el uso de sampleos en el hip-hop, o el perfecto ejemplo del artista británico Bansky para la pintura.
En la década de los setenta, un brillante programador de software neoyorkino, Richard Matthew Stallman –también conocido como R.M.S.– comenzó un movimiento que, aunque tuvo su origen en el campo de la informática y de la programación, pronto se expandió hasta llegar a oídos de artistas, creadores y autores de todo tipo. Esta nueva visión sostenía y defendía la creación de una plataforma abierta y libre para el desarrollo creativo, donde las obras serían usadas como nuevas plataformas para creaciones subsecuentes; es decir, establecía un marco referencial para el uso libre, y negaba la exclusividad otorgada por el Copyright. De hecho es su antítesis, y su nombre es Copyleft.
El Copyleft deja en manos de la humanidad el producto. Es decir, el creador ya no tiene ningún derecho sobre su obra, ésta es cedida para el uso de todos. Pensemos que de esta misma manera funciona el conocimiento científico: se construyen teorías y se llega a las leyes mediante el apilamiento (piling on) sistemático del saber comprobable que reúne cada una de las ramas científicas. Muchas veces es sólo mediante la colaboración entre estas ramas y a través de compartir datos que se sientan las bases para un nuevo descubrimiento científico.
Podríamos pensar que si la información inmediata y su divulgación masiva es una vital característica de nuestra época, la creación artística o el desarrollo artístico de un creador se sostiene –al igual que en la ciencia–, como dirían los estadounidenses,
"standing on the shoulders of giants" [sobre los hombros de gigantes].
¿Cómo entender el genio de Afrika Bambaataa sin Kraftwerk, o a Banksy sin Monet? El ejemplo actual más claro que se me ocurre es el caso del DJ y productor Danger Mouse, quien intentó comercializar su disco bajo el nombre de The Grey Album; el título era lógico, pues se trataba de una mezcla de la música del White Album de los Beatles y las voces a capella del Black Album de Jay-Z. No duró más de 24 horas en las tiendas antes de que fuera recogido y destruido por EMI, su disquera.
La organización Downhill Battle, con sede en Massachusets, E.U., apoya sin ánimo de lucro la "cultura participativa" de la sociedad; afirma que todo el mundo es partícipe de la creación y promueve el que se comparta música entre las personas. Logró que quienes no pudieron comprar The Grey Album antes de que lo retiraran de las tiendas lo pudieran descargar mediante un software construido por la comunidad de usarios, lo que reforzó su carácter de plataforma abierta. Así, fue el mismo mecanismo de apertura para compartir conocimiento y creaciones, lo que llevó tanto a Danger Mouse a crear The
Grey Album como a sus fans a poder tenerlo.
El espíritu de Copyleft busca derribar las barreras entre los seres humanos para crecer como una sociedad conjunta y no como corporaciones disgregadas en flagrante competencia. A fin de cuentas, las ganancias de la gran mayoría de las obras artísticas
del mundo no llegan a los autores que las crearon, sino a los bolsillos de los dueños de gigantescas empresas que no tienen noción siquiera de lo que sucede a sus pies. La cultura, al igual que la ciencia, es una herencia general que no debería estar reservada a
los pocos que pueden pagar por ella. La tecnología está derribando esta noción arcaica, y redefiniendo asimismo el futuro de la humanidad, nos guste o no esta tendencia. Let's get on the train before it's too late.
Santiago Rodríguez
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