Existen tres círculos viciosos de esos que nos quitan el sueño, pero que no les ponemos nombre y apellido y entonces nos hacemos la ilusión de que no vamos a caer en ellos. ¡Pero cómo que no! Diario vamos dando pasitos hacia ellos y no nos damos cuenta hasta que ya estamos dentro… ¡gulp!
Relajación de compromiso: es cuando nos da por hacer las cosas bien, empezamos un proyecto y depositamos toda nuestra energía. Creatividad y productividad están al servicio del mismo, y justo antes de terminarlo algo pasa… El caso es que no queda como esperábamos y no entendemos por qué. Ahí les va una explicación, a mi estilo, claro está. Imaginen que sobre una estufa hay una sartén, dentro, una rana en agüita tibia feliz; de pronto, alguien le sube al fuego, la rana no se da cuenta y la sopita de rana no se hace esperar. Eso es lo que sucede cuando relajamos el compromiso.
La famosa “zona de confort”: esta zona no es solo una colección de sentimientos o sensaciones, es como un poltergeist dentro de nosotros –por eso lo del título de esta columna– que nos hace pagar precios muy altos en nuestras vidas. Ahí nos sentimos resguardados, nadie nos invade y nadie nos obliga a salir. Andamos, como dicen, “pagados por nosotros mismos”; sí, presumiditos y presumiditas, creemos con fervor que tenemos todo bajo control (oh, sí). Muchas personas no ven la zona de confort como una limitación. Le dicen conciencia, intuición, etc., y ahí se mantienen. Me imagino que no tengo que recordarles cómo les ha ido cuando no han parado las antenas, y menos el precio que han pagado.
En las empresas donde imparto capacitación, conferencias y coaching, no pueden ustedes imaginarse cuántos ejecutivos comparten conmigo sus experiencias de haberse quedado muy en Harekrishna, es decir, aquí no pasa nada, y entonces la famosa zona les pega en su talón de Aquiles… ¡ouch! los que se creían controladores son controlados.
Harakiri por la ley del menor esfuerzo: ¡el peor de todos! Los samuráis se hacían el Harakiri (suicidio por medio de su propio sable) cuando habían perdido el honor y sentían vergüenza. ¿Dónde aplica aquí el paralelismo? Pues cuando postergamos las cosas porque sentimos que hasta el tiempo lo dominamos; cuando estamos seguros de que tenemos control de todo y de todos e incluso creemos poseer la varita mágica que a la orden de “hocus-pocus” hará nuestros deseos realidad. Estamos jugando a la Ley del Menor Esfuerzo. ¡Cuidado! Nos podría pasar como a la ranita que creyó en el escorpión cuando éste le pidió que lo cruzara en su lomo al otro lado del río, bajo promesa de no picarla. Claro, el escorpión la picó aún a sabiendas de que iba a morir ahogado él también… y la naive de la rana todavía le cuestionaba el porqué, a lo que el escorpión respondió: “¡Ay ranita!, quién te manda creer sólo por ser tú esto no te iba a pasar. Nací para picar y pico”.
El letrerito del Alma-cén hoy lee así:
Ancas de rana en escabeche, ¡deliciosas!
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